El próximo lunes 1 de diciembre, el IES Santa Lucía tiene prevista una charla a cargo de personal de las Fuerzas Armadas Españolas dirigida a parte del alumnado del centro. Y, este que suscribe, no puede quedar indiferente.
Desde hace muchos años, venimos las escuelas celebrando el 30 de Enero el día escolar por la No Violencia, llamado genéricamente “El Día de la Paz”. Generalmente hablábamos con nuestros niños y niñas de las guerras, que traen desastre y muerte, generalmente, para los más pobres. En otras ocasiones, hacíamos hincapié en la defensa de los Derechos Humanos, tantas veces manoseados y tantas veces vulnerados. En ocasiones, hasta hemos llegado a invitar a niños inmigrantes que se quedan en el Centro de Acogida de nuestro municipio, para jugar con ellos al fútbol y hacerles sentir nuestra cercanía y solidaridad, muchos de ellos lejos de su familia a causa de la guerra.
Y hoy después de tantos años, veo que ese esfuerzo no ha servido de mucho. Se nos anuncian charlas militares, para según se dice, ayudar a que algunos de nuestros alumnos puedan hacer alguna carrera en el ejército. Perdonen, pero ese no es el camino. Los hijos de los obreros también derecho a la universidad (y es que los recortes siempre apuntan a los mismos).
Es verdad que usted me podrá argumentar de la constitucionalidad y legalidad de nuestro ejército. Cierto. Pero que sea legal no quiere decir que sea justo, y tenemos que estar abiertos a combatir ideas que creemos caducas y fuera de tiempo. Introducir en un centro de enseñanza la visión de un mundo con un equilibrio basado en la defensa militar considero que es antieducativo. ¿No es este el ejército que embistió a GreenPeace por protestar contra las prospecciones petrolíferas, causando heridos? Mi apuesta, sigue siendo, educar en la prevención y resolución de conflictos por la vía pacífica, algo más eficaz que defender esquemas militaristas desfasados.
Comparto con los que dicen que “de poco valen las bellas declaraciones de principios recogidas en las leyes educativas y en los documentos del instituto que recogen el fomento de la convivencia cordial o la resolución de los conflictos positivamente, si luego mostramos a nuestros alumnos como una salida profesional más el incorporarse al ejército. Los valores pacifistas no se sostienen sobre una cultura militarista, una cultura como la nuestra de culto a las armas y al ejército. En cualquier ámbito el fomento de esta cultura que admira o justifica la violencia y la muerte es escandaloso, pero lo es más en el ámbito educativo público, porque las escuelas deberían fomentar conocimientos y valores pacifistas”. ¿Dónde queda la transversalidad de la educación para la paz?
Por si a los alumnos y alumnos que asistan a la charla les sirve de algo, les contaré que mi vecino, que se alistó voluntariamente en el ejército, le tocó ir de misión a Afganistán. En una de sus salidas sufrieron una emboscada. Algún muerto y varios heridos. Mi vecino todavía recibe tratamiento psicológico. No, no era un juego de niños.
¡Qué casualidad que el ejército español apenas haya sufrido recortes! (Su ministro, Morenés, vendía bombas de racimo que ha dejado mutilados a miles de niños). Mientras tanto, en nuestro país los niños se mueren de hambre y a la gente les quitan sus casas y a las escuelas y hospitales se les hace funcionar con lo mínimo. Sé que me tocará ir a contracorriente y no me quedará más remedio que rescatar aquella consigna que coreábamos en las calles en los 80: “Menos gastos militares, más escuelas y hospitales”.
P.D. Me informa el Departamento de Orientación que la charla no ha sido organizada por ese Departamento, que ha sido a propuesta del Equipo Directivo. Rectifico y pido disculpas por la información errónea.